Después de casi cinco años de lucha con Citizenship and Inmigración Canadá y cuando estaban a punto de ser deportados y sin otro recurso, nos aferramos a una mínima y última esperanza.
Jorge y Betty Ramírez de origen Mexicano llegaron a Canadá con sus niños Yareli y Christian en Diciembre del 2007, cuando empezaron su solicitud de refugio. Esta es una familia muy honesta, sincera y trabajadora, conocida por los amigos como “los mexicanitos”.
Como era de esperarse, el proceso judicial de refugio al que tuvieron que someterse, tuvo innumerables desafíos, cuyos efectos se hicieron presentes en el estrés, insomnio, preocupación, dolores de cabeza e incertidumbre en cuanto al futuro de esta familia.
Si bien fueron afortunados al tener más de una oportunidad de defender su caso ante un juez, su solicitud de refugio fue negada. El juez de inmigración reconoció la veracidad de los motivos por los cuales la familia Ramírez pedía refugio y simpatizó con ellos, pero determinó que dichos motivos no estaban amparados por la ley de Immigration and Refugee Protection Act.
Posteriormente, al ser negada su solicitud de refugio, la familia Ramírez solicitó como última opción la evaluación de riesgo de deportación, proceso conocido como Pre-Removal Risk Assessment (PRRA), que por lo general resulta en una decisión negativa.
Razones humanitarias y compasivas
Durante una reunión navideña le pregunte a Betty cómo marchaba su proceso migratorio. Ella me contó que éste fue negado y que lo más probable era que tendrían que retornar a su país. Le pregunté si habían pensado en introducir una solicitud de Residencia Permanente por razones humanitarias y compasivas (Humanitarian and Compassionate Application), proceso conocido como H & C. Su respuesta fue de sorpresa y confusión pues nunca había oído hablar de esta opción.
Fue entonces que decidí apoyarlos en su caso, no sólo como profesional, sino como amiga, para lo cual me contacte con su abogado, con quien tuve una conversación telefónica y me di cuenta de que el caso estaba prácticamente perdido.
Le sugerí que tomáramos la opción de una aplicación por H & C como un último recurso pero su tono de voz me decía que no tenía fe ni esperanza en el caso. Sin embargo acordamos en una reunión, en la que le hablé de mi plan enfocado al aspecto de “razones humanitarias y compasivas”, comprometiéndome a recabar toda la documentación necesaria y construir un paquete convincente en el que todos los amigos mostraríamos nuestro apoyo. Yo estaba consciente de que las probabilidades de éxito de un caso de H & C son entre 1 y 5 %, y peor aun para los nacidos en México, las probabilidades son menos del 1 %.
Jorge y Betty se mostraban indecisos en cuanto a afrontar un gasto mas, pues la tarifa del gobierno por la aplicación les costaría $1,400 y al no tener esperanzas, como es natural, ellos sentían que debían evitar este gasto para llevar un poco mas de dinero a su país. Finalmente logré convencerlos para que afrontaran este último gasto como la ultima inversión en un futuro incierto.
Es así que cada uno de los miembros de nuestro grupo de familias, hizo lo que les pedí, una carta de apoyo que describía uno de los requisitos más apreciados por las autoridades de inmigración: el haberse establecido. Estas cartas expresaban la magnitud en que esta familia se había integrado a la comunidad y a nuestra sociedad canadiense, con honestidad, empeño, humildad y más que todo amor fraternal e incondicional. Acompañando con documentos de trabajo, de escuela, y de voluntariado, dichas cartas llegaron al corazón de los oficiales de inmigración.
Todo indicaba que nuestros amigos “los mexicanitos” estaban en sus últimos días en Canadá. Semanas después de haber enviado la aplicación H & C, ellos recibieron una carta cuyo contenido era una cita para presentarse en las oficinas de Canada Border Services Agency (CBSA). Posteriormente, dos días antes de esta cita, oficiales de inmigración se hicieron presentes en el domicilio de la familia Ramírez, quienes no se encontraban en ese momento, pero la mamá de Jorge, quien se encontraba sola, les aseguró que ellos se presentarían a la cita.
Un momento decisivo
Ellos ya habían hecho planes para su partida y hasta para distribuir y regalar sus pocas pertenencias como televisor, muebles, mascota, juguetes, etc. El día indicado llego y la familia Ramírez, es decir Jorge y Betty con sus dos niños se dirigieron al lugar de la cita, donde yo los esperaba ansiosa y orando por ellos.
Durante la entrevista recibieron el documento que contenía el resultado negativo de su proceso de PRRA, el cual decía que debían regresar a su país y salir de Canadá en corto plazo. A pesar de que ya estábamos preparados para esa noticia negativa, fue algo desgarrador y triste. Posteriormente, el oficial de inmigración les presentó otro documento y les explicó que ellos habían sido aprobados única y exclusivamente en base a su aplicación por H & C.
En ese momento Jorge, su familia y su abogado, quedaron sorprendidos, incrédulos y confusos. Le pidieron al oficial de inmigración que repitiera lo que acababa de decir. Amablemente y con una sonrisa repitió la buena noticia. La euforia de ese momento fue algo inolvidable, nos abrazamos los unos a los otros con lágrimas de felicidad, pues prácticamente es un milagro que una aplicación por razones humanitarias y compasivas reciba atención inmediata y sea determinada positivamente en cuestión de un mes, ya que por lo general tardan un tiempo promedio de 4 años.
Después de esta experiencia concluyo: Lo último que muere es la esperanza, Los milagros existen, La unión hace la fuerza, y los oficiales de Inmigración si tienen corazón, humanidad y compasión, cuando el inmigrante demuestra ser una valiosa contribución.
MISION CUMPLIDA!