La celebración más antigua del Día de las Madres es mitológica y empezó en la Grecia Antigua, festejando en honor a Rhea, la madre de los Dioses Júpiter, Neptuno y Plutón. Más tarde en la Inglaterra del siglo XVII se dedicaba el cuarto domingo de la Cuaresma a todas las madres operarias. Ese día se les dejaba libres para que pudieran pasarla con sus hijos y madres. Lo llamaban Domingo de Servir a la Madre” y lo celebraban con la preparación de una torta.
Pero fue en los Estados Unidos, a través de Anna Javis, quien en el siglo XIX sugiere la creación de esta gran fecha, cuando la escritora Julia Ward Howe organizó en la ciudad de Boston un encuentro de madres dedicado a la paz. Anna tuvo el propósito de instruir a todos los niños que en esta fecha homenajearan a sus madres, acción que la ayudó de paso a salir de la profunda depresión que le había causado la muerte de su propia madre. Gracias a este esfuerzo el presidente Wilson oficializa el Día de Madre como una fiesta nacional, contagiando a buena parte del planeta quienes hoy nos sumamos a esta celebración, aunque en diferentes fechas. Por ejemplo, en buena parte de Europa se celebra el Primer Domingo de Mayo. En México por ejemplo es el 10 de Mayo, en Nicaragua el 30 (el cumpleaños de Casimira Sacasa, madre de la esposa de Anastasio Somoza), mientras en Argentina lo celebran el tercer domingo de Octubre.
En Oye, nos sumamos a esta gran celebración, como un muy sentido homenaje a todas las mujeres que han regalado vida, a las que con su muchas veces silencioso trabajo diario construyen el mundo y perpetúan costumbres y culturas.
La madre ahora
Doce años atrás
cuanto tuve que irme
dejé a mi madre junto a la ventana
mirando la avenida
ahora la recobro
sólo con un bastón de diferencia
en doce años transcurrieron
ante su ventanal algunas cosas
desfiles y redadas
fugas estudiantiles
muchedumbres
puños rabiosos
y gases de lágrimas
provocaciones
tiros lejos
festejos oficiales
banderas clandestinas
vivas recuperados
después de doce años
mi madre sigue en su ventana
mirando la avenida
o acaso no la mira
sólo repasa sus adentros
no sé si de reojo o de hito en hito
sin pestañear siquiera
páginas sepias de obsesiones
con un padrastro que le hacía
enderezar clavos y clavos
o con mi abuela la francesa
que destilaba sortilegios
o con su hermano el insociable
que nunca quiso trabajar
tanto rodeos me imagino
cuando fue jefa en una tienda
cuando hizo ropa para niños
y unos conejos de colores
que todo el mundo le elogiaba
mi hermano enfermo o yo con tifus
mi padre bueno y derrotado
por tres o cuatro embustes
pero sonriente y luminoso
cuando la fuente era de ñoquis
ella repasa sus adentros
ochenta y siete años de grises
sigue pensando distraída
y algún acento de ternura se le ha escapado como un hilo
que se le ha escapado como un hilo
que no se encuentra con su aguja
cómo quisiera comprenderla
cuando la veo igual que antes
desperdiciando la avenida
pero a esta altura qué otra cosa
puedo hacer yo que divertirla
con cuentos ciertos o inventados
comprarle una nueva tele
o alcanzarle su bastón.
Mario Benedeti