De igual forma como la vida después de los 39 se nos pone en cuarentena, por esa misma época uno termina convenciendose que si las cosas las hubiera tomado con más humor, todas aquellas situaciones difíciles hubieran sido menos complicadas y finalmente estaría uno de acuerdo con académicos como el psicólogo William Grey de la Universidad de Stanford, quien asegura que tres carcajadas profundas son equivalentes a tres minutos de ejercicios en una máquina de remos.
Yo me atrevería a acotar que cuatro carcajadas profundas equivalen a 4 minutos en la misma máquina de remos y 10 carcajadas profundas equivalen a haber entendido un buen chiste. Si no lo entendió, entonces busque ya mismo una buena máquina de remos.
Continuando con los grandes que han aportado al tema, hay estudiosos mas profundos que aseguran que reírse es una manera de combatir enfermedades, aunque hay quienes se enferman porque no alcanzan a entender de qué se ríen los demás. Esta teoría seguramente aplica para enfermedades como gripe o depresión, pero veo con mucha dificultad combatir el paludismo a punta de risa.
La genialidad está asociada con el humor, y frases o pensamientos como: “La bigamia no es un delito; es una estupidez reiterada”, “La colmena es un rebaño de abejas”, “El crítico es un fracasado que nos quiere enseñar como se triunfa” o “Todas las mujeres son más jóvenes que sus amigas” son una muestra de esa enorme capacidad de imaginación de personas que sacan provecho a cualquier situación para “endulzarla” con una idea brillante. Y es que el humor es una poderosa herramienta de comunicación: Si una imagen vale más de mil palabras, un chiste (un buen chiste) vale más que mil imágenes.
Silverio Pérez anota en su libro Humortivación: “El humor es como un músculo, se puede desarrollar ejercitándolo y pierde tonicidad con su desuso. Por eso es que vemos a personas carilargas convertirse en todo un éxito de convivencia social gracias al uso efectivo del humor y al otras personas que dejan que los problemas los vayan amargando día a día.”
Tengo una conocida que se afecta porque encuentra unas microscópicas migajas de pan en su mesa, un rollo terminado de papel higiénico en su baño sin que el insensato que lo acabó lo lleve a la basura o una brizna de polvo en piso. Y me pregunto: la veo reír con programas de TV, pero realmente es feilz?
El humor puede ser un escape, un disfraz, pero sin lugar a mucha discusión, ejercitarlo nos recarga, nos lleva a un nivel de acción positiva y relajamiento que termina sanando la amargura del alma.
Pienso (de vez en cuando) que los más grandes humoristas son aquellos que sorprenden a su auditorio con un final inesperado, un gesto, una palabra o la ausencia de ambas, creando una explosión de energía positiva, explicado de manera brillante el gran profesor Eduard Debono en su libro “Aprender a pensar”.
Finalmente, querido lector, creo que estará de acuerdo conmigo en esta teoría: “El humor no se crea ni se destruye, solo transforma”.